La visión evocativa y el enfoque constructivista. La realidad de la comuna de Antofagasta y la propuesta de una nueva Identidad.
Agradecimientos:
Dejo mi gratitud por su colaboración a
las personas que favorecieron y potenciaron esta investigación mediante su
acertada intervención, al Doctor Francisco Rivera, Antropólogo y licenciado en
Arqueología, magíster y doctor en antropología sociocultural, por sus aportes
desde el conocimiento. Al profesor Augusto Iriarte, Licenciado en Sociología,
por su lucidez y orientación, a mis compañeros, pues gracias a discusiones
contantes se dio camino al esclarecimiento de la temática que trabajamos en el
siguiente apartado.
Emocionalmente entrego gratitud a mi
familia, quien proveyó tanto recursos como orientación desde la experiencia y
el conocimiento popular, por último quisiera dejar un caluroso agradecimiento a
la Doctora María Ignacia Villanueva, luz en el camino y quien me entregó
mediante su compañía y revisiones a las lecturas que muchas veces se vuelven
ambiguas desde la perspectiva sociológica.
Es para aquellos a quienes dejo mis más
sinceros y fraternos agradecimientos en el logro y consecución del siguiente
trabajo para obtener el grado de licenciado en sociología.
Resumen:
La
tesis propuesta en “La visión evocativa y el enfoque constructivista. La
realidad de la comuna de Antofagasta y la propuesta de una nueva identidad realiza
una confrontación teórico-conceptual entre ambas vertientes de pensamiento en
torno a la conformación de la identidad, Cómo está definida según la postura
más bien tradicional de la mirada patrimonialista y por otra parte la
postura que propone la mirada del
paradigma constructivista y la opción de observar la identidad como una
construcción del individuo y desde dónde es que se construye.
La
idea, en términos comparativos, se inscribe bajo la lógica de entablar una
discusión que nos permita vislumbrar los aportes que nos parezcan aún efectivos
para nuestro objetivo final que se encuentra en realizar un análisis
descriptivo de la realidad comunal de Antofagasta, la Identidad que encontramos
en ésta bajo una realidad cambiante y los cambios que engendra sobre la misma.
En este sentido, cuál es la
situación de la Identidad en la comuna, a través de esta tesis se observa la
idea de la eclosión de una nueva
identidad, aquí estudiaremos los síntomas de tal nacimiento identitario.
“La
identidad es un derecho humano fundamental, el primero y el más importante. El
derecho a ser lo que uno es, el que uno está llamado a ser. Cuando no hay identidad
se borra el marco y el eje que da sentido a la persona y a la comunidad”
Jaime Valdivieso.
Introducción
La siguiente investigación se encuentra
circunscrita en la revisión bibliográfica y comparativa de las vertientes que
describen el concepto de la formación, dentro de la realidad, de la Identidad
en la comuna de Antofagasta y sus habitantes, por una parte, la perspectiva
evocativa del concepto, y más bien la visión patrimonialista de la Identidad,
la mirada tradicional de la identidad dentro de la comuna, cómo es que a partir
de esta, en conjunto con las externalidades[1]
han derivado en un proceso nuevo para la aparición de otro tipo de identidad.
Qué necesariamente hace que este punto
de vista deba permanecer incólume frente a la inmanencia de los cambios
sociales, existe, debemos aclarar, una relación en torno a la situación
contextual que se vive, sin embargo apelamos a que es este enfoque mucho más
estable y continuo, en proporción a lo acelerado y vertiginosos de los cambios
y oscilaciones sociales. Por el contrario aceptar que el cambio es una opción
dentro de las posibilidades de superación y progreso de la identidad en su
composición. Sin desconocer el papel que juega el enfoque evocativo de la
identidad debe admitir una cohesión entre la postura constructivista, histórica
y cambiante de la identidad.
Por otra parte se pasará a la revisión
del enfoque constructivista, la participación del agente como constructor de su
identidad; ¿Existe una predeterminación cultural? Que nos permita reconocer que
el proceso identitario se construye a través del entendimiento y traspaso de
comportamientos aprendidos que admitan al agente construir su identidad.
Identificarse en el entorno específico de la comuna de Antofagasta, bajo qué
condiciones debe el agente formular su individualidad y al mismo tiempo su
colectividad en la conformación de la Identidad. Observándolas, la pretensión consiste en, de
esta manera, complementar las ventajas
teórico - conceptuales de ambas.
En consiguiente se busca obtener las
ventajas supuestas que se presentan desde la postura constructivista como
paradigma qué tipo o en qué está la
cuestión de la Identidad en la realidad comunal de Antofagasta, haciendo uso de
las concepciones evocativas, como componente real de la Identidad. La relación
que estableceremos entre estas posturas teóricas, posterior análisis y
complementación, intentando aportar desde el trabajo riguroso una posible
superación de esta misma a manera de síntesis.
La creciente complejidad de los cambios
culturales contienen afecciones múltiples sobre los comportamientos e
interacciones sociales, nuevas manifestaciones y nuevas formas emergentes de la
realidad son producto de una diversa serie de causas, debemos ser claros en
plantear que nosotros nos enfocaremos en el ámbito más bien heterogéneo de esta
consecuencia, que como elemento estructural tiene este comportamiento
permanentemente cambiante y que es el elemento cultural de la conformación de
la identidad. En dicho sentido avalaremos el estudio en la medida que se
intenta revisar los comportamientos colectivos y el salto hacia un sujeto
agente en la construcción de la propia identidad.
Sumado a esto debemos incluir la manera
vertiginosa en que la situación del mercado laboral y su flexibilización han
coartado las maneras de la relación entre trabajadores y familia. Con el objeto
de observar el cambio que esto genera si tenemos en consideración que la ciudad
de Antofagasta corresponde a una sociedad marcadamente de servicios a la gran minera,
los patrones de la Identidad al interior de la comuna se ven trastocados
apareciendo efectos sintomáticos de una nueva identidad.
Convengamos entonces que la situación
actual de las manifestaciones y construcción de la realidad de manera compleja están en vigencia
con las tesis centrales de la producción del conocimiento occidental respecto
del tema, sin embargo la senda para la interpretación de la realidad
latinoamericana, el caso chileno y específicamente la realidad comunal de
Antofagasta requiere que el bagaje conceptual aterrice sobre la misma,
aplicando una suerte de doble hermenéutica, entregando, así, luego de la
ecuación teórica que realizaremos, resultados descriptivos de esta realidad. Al
mismo respecto los cambios social-culturales transcurren velozmente y es aquí
donde somos partícipes en la construcción de una nueva realidad e identidad
dentro de la comuna.
Un tema no menor si consideramos que
desde hace ya un buen tiempo la problemática en relación realidad – identidad
se ve magnificada según los cambios que durante al menos tres décadas se han
sucedido[2],
provocando lo que para nosotros resultará la fuente maestra y razón de motivo
para desarrollar esta problemática y que es que a partir de esta modificación de
las relaciones en el campo cotidiano de la vida, a su vez la manera de descubrirse,
la identidad ha confluido en una nueva forma de exteriorización.
Es una tarea que se pretende abarcar
desde el punto de vista sociológico en compañía de otras disciplinas como las
psicología social y la antropología, En
este trabajo se describen y analizan los principales fundamentos de la teoría
de las Representaciones Sociales más la postura constructivista de la
prerrogativa de desafíos para el individuo, la importancia que cobran estos
desafíos y cómo se transforman en instituciones según orden de necesidad.
Entonces desde la propuesta
constructivista, cómo es que se crea la reconstrucción social y la aparición de
una nueva Identidad y ésta ¿construida por los imaginarios sociales, o
construida por la agencia del individuo? De ser así ¿Desde dónde?
En conclusión el trabajo pretende lograr
una integración del acontecimiento identitario desde las teorías prevalecientes
y anteriormente mencionadas, para así dar con la descripción de la realidad actual
y compleja que ampara las nuevas formas de interacción social, comportamientos
sociales, y de internalización en el sujeto-actor, el empoderamiento de
elementos que resultan necesarios para el agente y así conseguir lo “propio”
más su participación en estas nuevas formas de comprender el micro-mundo social comunal de la capital de
la segunda región. Consiguiendo una observación del comportamiento sintomático
en la construcción de la Identidad.
Capítulo I: la visión
evocativa de la identidad. La mirada tradicional.
En este primer capítulo enfatizaremos en
el entendimiento, primero de la identidad como conformación histórico-social, el
punto de vista tradicional del patrimonio que contiene la ordenación del
territorio chileno como nación. El caso chileno tiene sus sinsabores que
repercuten en regiones y/o provincias por factores distintos, uno de ellos es
la centralidad de los ámbitos culturales que puedan llamar al chileno a
sentirse parte de una patria sin exclusión.
Hay una mirada desde la
historiografía en donde se nos invita a entender que “no se puede tratar de aprehender la identidad chilena como una
constante fija”. (Krebs. 2008: P.98). Esta alusión de Krebs obviamente la
extenderemos hacia el fenómeno constantemente cambiante de la identidad que
ocurre en regiones y en este caso en particular en la ciudad de Antofagasta.
Aún así debemos tener en claro que
nuestra primera mirada según el patrimonio tiene la característica de ser más
bien estable, lo que deja la impresión de no moverse dentro de la idea de
cambio; permanecer siempre de la misma manera y conformar parte del imaginario
colectivo. Y desde ese imaginario tenemos la intención y la sensación de ser y
conformar una nación.
La identidad de Antofagasta como
remanente evocativo y de patrimonio no significa que permanezca estática, sobre
todo entre las distintas culturas que puedan subsistir al interior de la nación
o en este caso al interior de la comuna: “Las
identidades culturales no son estáticas. La clase social, la nacionalidad y la
sexualidad casi no tenían presencia antes de que llegara la modernidad y por lo
tanto no contaban en la construcción de identidades personales. Hoy día hay
signos de que la clase social y la nacionalidad han empezado a declinar con la
llegada de la modernidad tardía”. (Larraín: 2001: P.39).
Hay una pregunta que durante largo tiempo
ha venido sacándome vueltas con el tema de la identidad: es que en la caso
latinoamericano y chileno, la aparición del efecto político y sus relaciones
obtuvo primacía, ya sea por el mecanismo de conquista que afectó a la patria,
antes que la idea misma de nación se hiciera efectiva, lo que nos lleva, y
contemplando la diversidad al interior del territorio, a obtener una identidad
más bien difusa, la aparición de los Estados Nación en la región
latinoamericana antes que la conformación de una Nación con una Identidad
conformada. Al caso: “Si hubiera habido
un mundo indígena, una sumatoria de esos pueblos diversos, dispersos y a menudo
en lucha unos contra otros; si hubiese habido entre ellos un sentido de
pertenencia, una noción del nosotros, en suma, un sujeto político indio, la
conquista de América no habría tardado unas cuantas décadas sino probablemente
unos cuantos siglos, o quizá no hubiera
concluido jamás” (Valdivieso: 2010: P.19).
Desde aquí entonces, la notoria
diferencia con la Europa occidental, la presencia, de germanos, galos, por
mencionar algunos, la notoria identidad y la presencia del nosotros, antes de
la aparición de las relaciones geopolíticas, influyeron marcadamente en el
devenir de la conformación de los Estados-Nación.
Pues bien, intentamos buscar alguna
definición del objeto en este caso histórico, como lo es la identidad, solo no
encontraremos con: “una individualidad
histórica, es decir, un conjunto de eslabones en la realidad histórica, que
nosotros agrupamos conceptualmente como un todo, basándonos en su significación
cultural” (Weber: 2001: P.29). Sin embargo optamos por referirnos en este
capítulo a la visión más tradicional de la identidad, esa que la observa como
un patrimonio y acudimos pues a un enfoque evocativo de la misma, lo
esencialista de aquella y: “según esta
visión, la identidad es una esencia suprahistórica, un atributo natural
inamovible e inmutable con el que nacen y se desarrollan las identidades
determinan, de una vez y para siempre, la conducta y la vida de los individuos
y las sociedades”. (Guerrero: 2002: P.98).
Volvamos entonces a reubicar
conceptualmente a lo que con enfoque evocativo tratamos de decir; la representación
en el imaginario colectivo de una comunidad, tomemos en este caso a la
población, habitantes radicados en la comuna de Antofagasta, donde permanece,
la presencia a suerte de una sedimentación que a lo largo de las generaciones
ha prevalecido y sobre todo en la población octogenaria, de costumbres y
tradiciones que se observan a través de variados comportamientos colectivos e
individuales, con el ánimo de hacer expresa la existencia de esta evocación por
un pasado común conformado por mis antepasados y ahora por mí y los míos. Existe
así un remanente de tradiciones que conforman la identidad de la comuna, la
identidad salitrera, por ejemplo, es el caso más reciente con el que nos
encontramos. Este remanente corresponde a un primer paso para entender el tipo
de identidad al que me adscribiré, según mi primera formación como persona,
identificaré algunas características que comprenderán mi carácter y mis
componentes psicológicos. Junto a ello lograré una identificación más clara que
con el tiempo deberá variar para mi autorealización.
Así, hay una fuerte socialización de la
identidad en su conformación individual y al mismo tiempo comunitaria, la
sociedad y el lugar en el que nos aprendemos y nos aprenden a ubicar, la
fabricación de esta idea de sociedad como reflejo en nosotros y a la vez de
nosotros reflejando a la sociedad, afectan directamente en la conformación de
la identidad y en este capítulo la identidad que queda y se mantiene a través
del tiempo como una evocación, de
índole histórico o mítico pero que se ejerce como un atavismo actual.
Esa sensación que se
mantiene inherente a los habitantes en este caso de la comuna de Antofagasta,
implica que exista sustancialmente una confluencia valórica que describa los
comportamientos en torno a la colectividad que se crea por pertenecer a la
misma, sin embargo nuestro cuestionamiento y causa fundamental de esta
propuesta, es si esta confluencia tiene un asidero real y concreto aún en la
actualidad, bajo la mirada de este enfoque, o hay aquí algún tipo de división
entre las generaciones decimonónicas y/o octogenarias versus aquellas
generaciones mas recientes en su conformación. Existe algún tipo de conciencia
histórica alrededor de lo que Antofagasta significa simbólicamente o solo es
una conciencia territorial de su pertenencia.
Entonces:
“¿en qué consiste el ser propio de un
fenómeno social e histórico tan complejo y diferenciado como lo es un pueblo o
una nación?” (Krebs: 2008: P.97).
Para este apartado, la complejidad del
ser nación y que la psicología social estudia mediante la observación de las
conductas y actitudes, tendrá eco de relevancia, a sabiendas de que este pueblo
o nación, ha engendrado en su pasado lo que hoy llamamos identidad desde un
enfoque evocativo, aquel que captura la esencia de nuestra alma como chilenos,
la identidad: “Se trata de una especie de
segunda naturaleza, de cuya herencia es imposible liberarnos; es la que marca
de forma indeleble, pero absoluta y definitivamente, a los individuos y las
sociedades, pues ahí están las raíces de lo que somos.” (Guerrero: 2002:
P.98).
Cada vez que el sentido de la evocación
repercute en nuestras personas, estamos dando cuenta de una idea inherente, que
no varía y que es reflejo de un proceso de socialización que manifestamos y reproducimos
de manera directa como indirecta, aún así es fiel reflejo de cómo nuestro
entorno a influido en nuestra formación, incluso de la manera menos esperada.
“Lo
identitario tiene que ver con valorar conscientemente la pertenencia a una
historia común, a una misma manera de vivir el mundo. En definitiva se refiere
a un patrimonio cultural compartido, compuesto por elementos tangibles e
intangibles. Ejemplo de estos últimos son los valores, ritos y tradiciones”. (Fundación
Chile unido: 2003: P.2).
De esta manera es según este enfoque, más
bien esencialista, que gran parte de nuestras manifestaciones, se realizan y
contienen las marcas de un pasado que llevamos como personas pertenecientes a
una comunidad (en este caso en los capítulos posteriores, haremos intento de
mostrar cómo esto lo podemos ver en la comuna de Antofagasta).
De esta forma, el mencionado enfoque: “está cargado de un profundo contenido
metafísico, ve la identidad como predestinación inexorable, como algo heredado
de antemano, que debe ser así para siempre, en consecuencia estamos obligados a
mantenernos fieles a ella, sin comprender que la única forma de ser fiel a la
identidad es transformándola”. (Guerrero: 2002: P.98).
Por otro lado: “en la visión tradicional subyace una concepción esencialista en que el
concepto de identidad tiene similitudes con el concepto de carácter, pero
referido no a un individuo, sino a un pueblo.
La
identidad implicaría siempre continuidad y preservación de ciertos rasgos
acrisolados en el pasado; se vería por ende continuamente amenazada por aquello
que implica ruptura, pérdida de raíces, vale decir por el cambio y la
modernidad. Tras esta perspectiva
subyace una visión de cultura como universo autónomo, con coherencia interna,
como un sistema cerrado que se sustrae a la historicidad”. (Subercaseaux:
2006: P.21).
La referencia hacia el carácter en la
idea de Subercaseaux, tiene que ver con lo que comúnmente se conoce como
idiosincrasia, esta pertenece a la composición estructural de la sociedad y
sobre la cual los individuos tienen parte activa en su configuración mediante
el patrón abierto que entregan en la construcción de la identidad.
Ahora bien, no está demás declarar que
la conjunción de identidad mas cultura existe bajo una predeterminación de todas
aquellas costumbres previas, relaciones tradicionales que han configurado, en
un pasado, lo que entendemos como lo que compartimos y que es propio de nuestra
sociedad comunal.
Igualmente hablamos de una identidad
cultural comunal, para beneficio del desarrollo de esta monografía, que así
como se mantiene a través de las generaciones, es también capaz de ser
modificable para que persista en el tiempo.
Este
respecto, en relación a la cultura, claramente no puede ser dejado a un lado,
pues cuando nos referimos a que somos reflejo de nuestra sociedad es por medio
de estas conductas observables mediante las cuales podemos argüir la existencia
de una cultura identitaria: “Las conductas culturales para ser consideradas como tales deben ser
creadas por una sociedad, compartidas por un grupo social, y por lo tanto, son
transferibles de individuos a individuos, de una generación a otra. Los
elementos culturales cumplen así la función de elementos constantes, capaces de
cohesionar, unir, identificar, interpretar y modificar la acción social”. (Guerrero: 2002: P.51).
Cuando nos proponemos hablar de
nuestra identidad desde un enfoque patrimonialista, quiero dar cuenta de que
tal posicionamiento contiene la figuración ciudadana receptiva y aceptada de un
pasado común, de antepasados que construyeron costumbres, formas y maneras que
engendraron esta identidad, una identidad primero patriótica y luego comunal[3].
Sin embargo esta postura no contiene, en
sumatoria, y como es nuestro afán, combinar la causa del agente en el proceso
de la construcción ya no como remanente de estas costumbres a las que quizás
estemos predeterminados, sino mas bien, introducir a la posibilidad de que esta
sufre modificaciones desde la misma agencia así como influencias de ciertas
externalidades de las cuales hay que apoderarse para satisfacer necesidades.
Pues bien, es a partir de este
enfoque esencialista que la idea colectiva contiene la significancia precisa
para mantener una identidad nacional y/o comunal: “Tales imágenes y representaciones sociales, guardadas en la memoria
colectiva de lo que queremos conservar, encierran todas las constelaciones de
nuestros haceres, saberes, sueños, frustraciones y realizaciones como comunidad
inserta en un proyecto mayor que es la nación a la que se pertenece”. (Corporación para el desarrollo productivo de la II región: 2009: P.5).
Volvemos entonces a cuestionar desde
ese enfoque si es que tiene necesariamente las características y elementos para
realizar un análisis objetivo en relación a la situación de la identidad
cultural en la comuna, esto considerando de manera relevante el contexto
histórico al interior de una modernidad tardía o alta modernidad, desde donde
la crítica y racionalidad científico-social debe adjudicarse un papel
vanguardista.
En este orden se
puede observar, desde el sentido común incluso, que: “no hay duda que se ha producido durante el S XIX un enorme cambio cultural
y que una identidad renovada comienza a emerger, en la cual, sin embargo, subsisten
muchos de los valores antiguos. Así como el modelo cultural colonial nunca pudo
eliminar totalmente la diversidad cultural de carácter étnico”. (Larraín: 2001:
P.96).
Desde esta perspectiva es que la
observación del enfoque evocativo se centra en lo que Larraín incluye como la
subsistencia de los valores antiguos, al interior de estos valores, como
concepto, adhiero a la idea de que implica la remanencia de tradiciones
folklóricas nacionales, como comunales. Desde ellas se causa una evocación
lúcida repasada por los años ya vividos, cualitativamente hablando, por medio
de historias de vida el registro indica que hay una noción en las personas,
habitantes, en este caso de la comuna de Antofagasta, de un pasado común, y es
desde ahí que entendemos la disrupción que sin mayores dudas a introducido el
proceso de introducción de la modernidad en la región latinoamericana como en
el país.
Lo evocativo es al mismo tiempo una
función que permite cierta cohesión social, sin ese patrón existiría más bien
una desorientación en el agente, que propendería hacia una marcada
desintegración, un grupo que no encontraría en su símiles una formación
cultural que los identifique.
El sentido de patrimonio que
evocamos para remarcar nuestros, quizás, desaparecidos nacionalismos sucede
también en las distintas comunas, sin embargo lo que se propone desde esa
mirada implica más bien una situación contraria, en el sentido de que luego de
aquella identidad salitrera de la comuna, hoy por hoy, la globalización junto a
la introducción de la modernidad, han reformado y han generado la eclosión de
un nuevo tipo de identidad en la comuna,
podríamos argüir que encontramos parte de aquella en el fenómeno del consumo,
la identidad en el consumo de las personas, sin embargo en el último capítulo
plantearemos lo que para la comuna de Antofagasta resulte una revisión acorde
al contexto actual.
Otra apreciación que podemos
mencionar dentro de este enfoque es la idea de que la identidad en su mirada
esencialista es aquel componente en el sujeto que corresponde a su invariabilidad
y que hacen referencia a una parte más bien estática así como la inmutabilidad,
estabilidad o substancia inherente al individuo. Esta idea asume que el sujeto
existe con la formación de un tipo de esencia en su interior la cual lo
identifica, que se desarrolla con la propia evolución del individuo, no sufre
alteraciones ni cambios en lo fundamental a lo largo de su vida, permanece
idéntico y tiene la capacidad de establecer la identidad que define o definirá
al individuo.
Las relaciones que se observan al interior de este enfoque nos permiten
acercarnos a considerar una mirada que no implica las tensiones que se generan
entre los roces del ingreso de la modernidad y un cambio de Era en el tiempo
del hombre, que necesariamente contienen elementos variables para la
conformación del misma. Creer que la Identidad cultural es más bien: “Un conjunto de rasgos más o menos fijos,
desde la visión más tradicional, vinculados a cierta territorialidad, a la
sangre y al origen, como una esencia más bien inmutable, constituida en un
pasado remoto, pero operante aún y para siempre”. (Subercaseaux,
B; 2006). Significa que no hay consideración de las variables que arremeten en
el tiempo histórico, que transforman y vuelven dinámico el proceso de la
construcción de la Identidad individual como nacional, haciéndonos a la idea de
una Identidad cultural distinta, nacionalmente por ejemplo.
Entonces no podríamos afirmar que los chilenos de hoy, sus costumbres,
el folklor que se conforma en el matiz que la sociedad infiere sobre sus
comportamientos y viceversa, son los mismos a los que, por ejemplo, se
observaba dos décadas atrás.
Claramente existen cambios marcados, estimulados por causas exógenas que
absorbe primero la estructura del sistema para desplegarlo sobre la agencia
humana y generar procesos de aculturación que permiten adaptarnos al mismo y
construir nuestra Identidad.
Es este el caso en que se aporta a la constatación de que efectivamente
existe una eclosión de una Identidad nueva que responde a características
particulares de índole sociológica y que resultan de interés para su análisis y
comparación.
Se sostiene aquí que la posibilidad
de ofrecer a la comuna como ejemplo de esta eclosión, es tan válida como para
el resto del país, sin embargo aquello resultaría muy pretensioso y poco
objetivo. Entonces observamos ciertas características que corresponden a
transformaciones y variaciones en los patrones de comportamiento de la agencia
que nos dejan advertir esta germinación, este enfoque, por lo tanto no debe ser
descuidado, pues incluye a la parte con mas experiencia de vida dentro de la
comuna, la cual nos permitirá explorar el cambio y traspaso generacional con la
cuestión de la identidad.
Capítulo
II: La construcción de la identidad desde el sujeto; el enfoque
constructivista.
“Si
la Identidad nacional no se define como una esencia incambiable, sino más bien
como un proceso histórico permanente de construcción y reconstrucción de la
comunidad imaginada que es la nación, entonces las alteraciones ocurridas en
sus elementos constituyentes no implican que la identidad nacional se ha
perdido, sino mas bien que ha cambiado, que se va construyendo” (Larraín:
2001: P.47).
Una revitalización constante de las
formas de construcción de Identidad, no significa que ésta desaparezca, en lo
más mínimo, sino mas bien es un indicador normal de su robustecimiento, a la
larga no podemos pensar ni argumentar que la Identidad pertenece solo al
discurso tradicional o enfoque evocativo expuesto en el capítulo anterior, sino
en su defecto escatimar que el cambio, en su sentido amplio, es también un
camino en el ámbito comportacional colectivo, como en función de los agentes
individualizados, la proporción exacta de una constante reconfiguración en la
Identidad desde la conducta observable, y de la misma como concepto, debiendo
como científicos sociales hacer revisión y relecturas de aquel.
Es en este sentido que cuando
pretendemos realizar un acercamiento en este tipo de enfoque es que desde esta
perspectiva el concepto de Identidad: “pierde
su lastre ontológico y finito, convirtiéndose en una categoría en movimiento,
en una dialéctica continua de la tradición y la novedad, de la coherencia y la
dispersión, de lo propio y lo ajeno, de lo que se ha sido y de lo que puede ser”
(Subercaseaux:
2006: P.22).
Es entonces una formulación distinta la de
este enfoque constructivista, a sabiendas de que es desde las capacidades del
agente desde donde se configurará la Identidad individual, no en desmedro de la
influencia que contiene el entorno social sobre esta configuración, pero si
proponiéndolo sin incluir la participación de una predeterminación cultural,
como hubimos de mencionar más arriba.
La idea de la existencia de un aspecto que
pretende la construcción social de la realidad a lo Berger y Luckman, implica
aquí la participación principal del obrar humano por sobre las condiciones
sobre las cuales se predispone a obtener los elementos necesarios para actuar
en el mundo de la vida.
Entonces: “es importante subrayar que una concepción adecuada de identidad
nacional no solo mira al pasado como la reserva privilegiada donde están
guardados los elementos principales de la identidad; también mira hacia el
futuro y concibe la Identidad como un proyecto. La pregunta por la Identidad no
sólo es entonces ¿qué somos?, sino también ¿qué queremos ser? Tal como Habermas
argumenta, la Identidad no es algo ya dado, sino también simultáneamente,
nuestro propio proyecto” (Larraín: 2001: P.46).
Entre tanto un elemento consistente en el
constructivismo refiere a la implicancia que tiene el sujeto-agente sobre las
propiedades a las que dará curso para configurar su Identidad, esto no
significa que la postura evocativa no cobre parte del proceso, sino más bien
pertenecen a lo que denominaremos la dialéctica de la Identidad.
En este sentido si comprendemos que la
identidad se compone desde el sujeto primero en su existencia, ontológicamente
hablando, deberá adjudicarse a la idea de que tanto como individuo que intenta
obtener de la cultura e identificarse en el entorno, necesariamente el entorno
influye en él para lograr la objetivización necesaria en el mundo de la vida.
Al mismo tiempo la postura evocativa juega su rol por medio del proceso de la
socialización, a través de símbolos y significados predeterminados
culturalmente se establece un juego entre un proceso individual y uno de
carácter colectivo, que por lo demás justifica la noción de carácter gregario
que posee el agente.
En más, la dialéctica de la identidad la
encontramos entre la relación Individuo – sociedad – cultura. Así consideramos
que individuo en la sociedad como conformación de una asociación con más
individuos, quienes poseen una identidad individual pero que al mismo tiempo
contienen una identidad de carácter colectivo, carácter que responde a la
transmisión de ciertas costumbres y comportamientos que responden a patrones
preestablecidos socio-históricamente y que aportan con un matiz cultural entre
las intenciones del agente y las intenciones de la sociedad.
Bajo este hilo conductor corresponde señalar
que la formulación de este tipo de desarrollo dialéctico de la identidad, que
proponemos aquí como un elemento tentador para fusionar nuestra postura.
Sin embargo lo que inspira este capítulo es
la definición de un enfoque en el que la participación de los individuos se
define en la potencialidad del accionar concreto en función de la construcción
de la identidad, así: “el enfoque
constructivista ve a las identidades no como esencias inmutables y ahistóricas,
sino como construcciones sociales y construcciones dialécticas, pues las
identidades cambian, se transforman constantemente, Están cargadas de
historicidad. La identidad como construcción constituye un sistema de
relaciones y representaciones resultantes de las interacciones, negociaciones e
intercambios materiales y simbólicos conscientes de sujetos social e
históricamente situados. La Identidad forma parte de una teoría de las
representaciones sociales que dan sentido al proceso de construcción simbólica
del mundo social”. (Guerrero: 2002: P.101).
Hay una nueva perspectiva para nuestro
análisis, hay una formulación clara que se contrapone a la a-historicidad del
primer enfoque planteado. Una construcción de la Identidad es un proceso que a
nuestro juicio no debiera ser excluyente, lo que si es claro que la presencia
del constructivismo es a efectos observacionales compuesto por comportamientos
que manifiestan esta posibilidad latente en el individuo. “Todo proceso de la construcción de la identidad se inicia con la
necesidad de autorreflexión sobre sí mismo, la mismidad, que hace referencia a
la imagen o representación de un sí mismo, que nos permite decir “yo soy” esto
o “nosotros somos”. Esta es la primera fase de este proceso”. (Guerrero:
2002: P.101).
Lo que nos ofrece el constructivismo
entonces, es la forma consuetudinaria de lograr, por medio de las fijaciones
personales, adentrarnos al mundo cultural, vivirlo, ser parte de él y
transmitirlo desde la propiedad del sujeto de hacerse cargo de la cimentación
de su identidad, echar las bases sustanciales de complejizar lo que de la
cultura me favorece para este fin, conquistando la manera de ser con la cual
seré reconocido e identificado. “Por esta
razón resulta tan difícil establecer con claridad la línea divisoria entre lo
propio, como algo que debe necesariamente mantenerse, y lo ajeno, como algo que
aliena. Nuevos elementos culturales que vienen de fuera están permanentemente
siendo adaptados y recontextualizados en la cultura nacional. Pero es la cultura
nacional, que tiene cierta estabilidad, la que los adopta y adapta, no al revés”.
(Larraín: 2001: P.47).
Ocurre que entonces esos mismos elementos
culturales que la cultura nacional adopta, interfieren primero en la cultura
individual, en los comportamientos de la agencia, hacia los cuales fijamos
nuestro interés según la posibilidad de utilización para la satisfacción de
necesidades identitarias, necesidades que satisfacemos a medida que
introducimos nuevos desafíos en el plano personal, nos auto observamos, por
ejemplo, con cierta identidad ética que a paso del tiempo nos vemos en la
necesidad de superar y recomponer para nuestra auto realización y
autodefinición de imagen propia que tenemos como personas.
Autodefinirse no resulta un proceso fácil, no
es ágil, no es claro, no se muestra dentro de su subjetividad, pero sí existe
la correspondencia frente a la creación del acuerdo común frente a ciertos
componentes del contrato social que nos muestra por medio de patrones comportacionales
y nos permiten asumir la participación activa del agente en la creación de su
identidad.
De todas maneras la opción constructivista
nos indica que: “la identidad no es
homogénea: esto vale para la identidad personal y con mayor razón para la
colectiva, que es plural, diversa y heterónoma: nunca idéntica a sí misma. El
uso del singular conlleva el equívoco de la nación una y homogénea cuyo sentido
es producir unidad. El reclamo identitario está imbricado, para bien o para
mal, con la demanda nacional y el nacionalismo, sea para conjurar la amenaza de
secesión o para producir cohesión, en el caso de las minorías no reconocidas.
La afirmación de identidad tiene, en efecto, un alcance estratégico: no se
constituyen identidades en pura auto referencia, sino a través de los otros, en
el reconocimiento de los otros y en oposición con otros: la afirmación de
identidad es un fenómeno agonístico: se realiza a través de luchas de poder”. (Valdivieso:
2010: P.14).
Desde esta idea del reconocimiento de los
otros, resulta necesario mencionar a Axel Honneth, el aporte que desde su
teoría del reconocimiento realiza y su reemplazo para considerar a esta como la
causa del conflicto social, nos indican una manera distinta de observar la
problemática de la Identidad, así para yo poder obtener mi identidad, definirla
y afianzarla, necesariamente debo ser considerado por mi comunidad, por los
otros. La presencia de un alter que nos muestre que en realidad mi función
social está siendo reconocida me entrega la seguridad de que mi yo está enfocado
en una construcción de persona acorde a las exigencias de la funcionalidad que
se me exige.
De esta manera, la idea de poder construir mi
identidad, adoptando los elementos útiles para aquella finalidad, conlleva la
participación de terceros, que legitimen mi presencia, mi personalidad, mi
carácter, mis ánimos y desánimos, entregándome, así, la congruencia sobre mis
actos como sujeto pertinente y posicionado en la sociedad.
“La noción de constructor supone una idea no esencialista de nación. Las
naciones modernas son invento histórico”. (Krebs: 2008:
P.12).
Sin embargo, a nuestro juicio, para enfrentar
este enfoque constructivista la capacidad receptiva de la aceptación del cambio
al interior tanto de la sociedad vista como organización y al mismo tiempo una
conformación nacional, es una carácter que le otorgan los individuos que
participan al al interior de ella dándole así la idea de nación. Asimismo existe
una retribución necesaria y una ubicación relevante del proceso que denominamos
dialéctico. Esto quiere decir que para lograr la consecución de una identidad
sólida y concreta, tanto la reciprocidad del elemento evocativo y tradicional
junto al componente constructivista y la participación del agente en dicho
proceso generarán el sustento coherente de la identidad individual y colectiva.
No es de extrañar que la idea de constructor
de la identidad la intentemos calificar como el paso decidor entre la latencia
efectiva de dar paso a nuestra identidad individual, creemos que sin la
voluntad del sujeto para interactuar con el entorno solo desembocará en efectos
negativos para su posible legitimación, que como sistemas psíquicos activos en
la sociedad deben establecer este carácter relacional con el entorno. Sin el
ánimo de hacer uso de los recursos culturales que existen no habrá posibilidad
de acción que contenga lo que Honneth denomina reconocimiento moral y ayuda a
la presencia del conflicto, bajo apreciación del mismo autor, sobre la
continuidad del agravio moral. Una continuidad que resulta el peligro constante
de la crisis en la identidad, por ejemplo chilena.
De la misma manera: “Las identidades son en su inmensa mayoría, construidas. Las personas
fabrican su identidad sometidas a grados diversos de presión, inventivación y
libertad”. (Huntington: 2010: P.34).
La configuración relacional que contiene este
enfoque del hombre como constructor de su identidad, significa la presencia de
una interdependencia del sujeto frente a la necesidad de obtener los recursos
culturales que presenta el entorno, es desde aquí que veo entre las
posibilidades según la astucia que presente y la capacidad de sentido y mi
campo de acción, que podre construir mi mismidad
(Larraín: 2001: P.22).
Un acierto entonces, del constructivismo, al
igual que en el caso del enfoque evocativo, es el aporte en la descripción de
cómo es que se grafica en los comportamientos del agente la manera de
constituir la identidad, identidad que en un principio me conforma como
persona, pero que al mismo tiempo favorece la construcción de la idea de sujeto
colectivo, una identidad grupal, por lo tanto presenta cierta rigidez en su
estructuración debido a que su aparición solo existirá hasta que cumpla la
función contextual por la que nació, ahí se adhiere por aceptación de la causa
fundamental por la que se agruparon los sujetos.
En el caso de la agrupación nacional la
heterogeneidad presente es mayor, los agentes al construir su identidad deben
ser conscientes de esto, sobre todo en los tiempos modernos, con sociedades
altamente complejas, la construcción de la identidad (o mismidad en el plano
individual) para el sujeto debe ser suspicaz en poder discriminar lo que de la
cultura pueda resultarle útil para esta finalidad. “No cuesta mucho darse cuenta de que en cualquier nación siempre existe
una gran complejidad y diversidad cultural, una enorme variedad de modos de
vida, visiones del mundo y maneras de hacer las cosas y, sin embargo, lo que se
estima propio de alguna identidad nacional es siempre mas reducido, son solo
algunas visiones del mundo, ciertos modos de hacer las cosas, algunos valores
seleccionados como representativos de la nación”. (Larraín: 2011: P.141).
Así la construcción de la Identidad por parte
del agente se fija en una representación que lleva inherente a su persona, la
referencia y sentido de pertenencia a un
conjunto de sujetos que componen su nación y desde donde será capaz de extraer
a manera de aculturación los elementos necesarios para su identidad.
Así Huntington menciona distintas fuentes de
identidad que nos servirán para ejemplificar a lo que nos referimos con
aculturación o las posibilidades que tienen hombre y mujeres para recurrir a
los recursos que nos presenta el entorno:
“Las personas pueden elegir entre un número casi infinito de posibles
fuentes de identidad, estas pueden ser principalmente:
1.
Adscriptivas: como la edad, la
ascendencia, el género, el parentesco (los familiares de sangre), la etnia
(definida como un parentesco ampliado) y la raza.
2.
Culturales: como el clan, la
tribu, la etnia (definida como un modo de vida), la lengua, la nacionalidad, la
religión, la civilización.
3.
Territoriales: como el barrio, el
pueblo, la localidad, la ciudad, la provincia, el Estado, la región, el país,
el área geográfica, el continente, el hemisferio.
4.
Políticas: como la facción, la
camarilla, el líder, el grupo de interés, el movimiento, la causa, el partido,
la ideología, el Estado.
5.
Económicas: como el empleo, la
ocupación, la profesión, el grupo de trabajo, la empresa, la industria, el
sector económico, el sindicato, la clase.
6.
Sociales: como los amigos, el club,
el equipo, los colegas, el grupo de
ocio, el estatus”.
(Huntington: 2010: P.36).
Claro está que en algún momento la generación
de la identificación como nación parte de nuestras características personales
que deciden formar parte de tal agrupamiento de hombres y mujeres, en nuestro
caso: “es posible hablar de diferentes
versiones de la identidad nacional según sea la selección que se haga de rasgos
culturales considerados relevantes y la exclusión de otros – sin embargo – se puede afirmar sin temor a error, que
en cada nación la o las versiones de identidad nacional dominantes son las
versiones construidas en función de los intereses de las clases o grupos
dominantes. Pero esto no significa que no puedan existir varias versiones, a
veces incluso contradictorias, según sean los momentos históricos, las
fracciones de clase que las sustentan o las necesidades de una política
hegemónica realista en coyunturas diversas”. (Larraín: 2001: P.142).
Entonces desde la participación del agente la
situación de la construcción de su identidad implica, dentro de la diversidad,
una selección que para los individuos resulta de alta significancia, un proceso
no exento de dificultades y que va fortaleciendo a medida que pasa el tiempo.
Nuestra autosuperación exige que a medida que el hombre y la mujer se
desarrolla debe establecer nuevos desafíos y entre estos el de reformularse su
estado ético e identitario por uno que lo supere, resulta favorable para
reafirmar que la construcción de la identidad es histórica y constantemente
cambiante.
A este respecto, debemos dejar en claro que
para dar pie al siguiente capítulo nos preguntamos si la Identidad en el caso
de la nación chilena como en la comuna de Antofagasta responden a esta descripción,
si es que efectivamente el agente chileno y Antofagastino construye su
identidad en los tiempos complejos de la modernidad tardía, hay una
diferenciación, quizás muy reticente a aceptar esa realidad cambiante y
prefieren conservar el punto de vista más tradicional de la identidad.
El empeño en intentar calibrar lo que
posiblemente pueda favorecer al esclarecimiento de la situación de la identidad
en la ciudad de Antofagasta pretende entonces la consideración relacional de
los dos grandes enfoques que revisamos. Sin su posibilidad relacional, la
problemática de la identidad persistiría en la misma situación de crisis en la
que sostenemos se encuentra, por lo tanto debe reconsiderarse sobre un
planteamiento integrado de ambas posturas para posterior proceso de
internalización y práctica en el mundo de vida, práctica que claramente no será
observable en un corto plazo, sino que a través de su consolidación en el
tiempo.
Por su parte la adjudicación de un
entendimiento colectivo con influyente y potenciador de la conformación de la
identidad, como lo que sucede para el caso del sujeto como actor haciendo
también relevante el accionar del sujeto para conseguir su identidad, en su
mezcla está a juicio personal, lo que podría explicarnos el síndrome de una nueva
eclosión de la misma en la realidad actual de la capital regional.
Capítulo
3; síntesis entre enfoques. Una mirada complementaria.
Este capítulo corresponde a la
formulación del planteamiento suplementario de la propuesta, ambas posturas,
las cuales describimos y aproximamos en los capítulos anteriores son, a nuestro
juicio, la Afirmación de que no puede
hablarse de identidad individual y colectiva por separado.
Las identidades colectivas o culturales
no pueden existir separadamente, ya que estas más bien se implican mutuamente. Sin
embargo, esto no significa que compartan todos sus elementos constitutivos,
sino que en su diferencia pueden conformar la identidad substancialmente en los
individuos que se encuentran en proceso de construcción de la misma.
Las interrogantes que se observaron nos indican el
camino que promueve el interés de este comentario como el punta pié inicial
para adentrarnos ahora en la enunciación de un bosquejo que tratará de aproximarse
en la presentación de una complementariedad entre los dos enfoques Que hasta
ahora hemos ofrecido.
Para Jorge Larraín hay tres elementos que
componen la identidad, nosotros utilizaremos dos de aquellos para acercarnos a
lo que proponemos: “Primero, los
individuos se definen a sí mismos, o se identifican con ciertas cualidades, en
términos de ciertas categorías sociales compartidas. Al formar sus identidades
personales, los individuos comparten ciertas lealtades grupales o
características tales como la religión, género, clase, etnia, profesión,
sexualidad, nacionalidad, que son culturalmente determinadas y contribuyen a
especificar al sujeto y su sentido de identidad. En este sentido puede
afirmarse que la cultura es uno de los elementos determinantes de la identidad
personal.
Segundo, la construcción del sí mismo necesariamente supone la
existencia de otros en un doble sentido. Los otros son aquellos cuyas opiniones
a acerca de nosotros internalizamos. Pero también son aquellos con respecto a
los cuales el sí mismo se diferencia y adquiere su carácter distintivo y
específico”. (Larraín: 2001: Ps.25-28).
Para nosotros, es conveniente aclarar que la
existencia de los otros también significa la existencia de la sociedad cultural
como influyente directo en el proceso de adquisición de identidad, desde donde
obtenemos aquellos elementos necesarios para tal proceso.
La sociedad como creación del sujeto-actor es
reflejo de las identidades individuales que a través del tiempo se han
consolidado en ciertas características que resultan en la posibilidad de que
agentes externos puedan identificar a la agrupación en un territorio distinto
al de su nacionalidad.
Desde esa sociedad, en donde está presente, a
la vez, la noción evocativa de propiedad inmutable y poco cambiante, los
agentes ven la posibilidad de optar por la identidad que según, por ejemplo,
étnicamente, les resulte a mayor complacencia.
“El autoreconocimiento que hace posible la identidad, de acuerdo a
Honneth toma tres formas: autoconfianza, auto-respeto y autoestima. Pero el
desarrollo de estas formas de relación con el sí mismo para cualquier
individuo, depende fundamentalmente de haber experimentado el reconocimiento de
otros, a quienes él también reconoce”. (Larraín: 2001: P.29).
Es importante aclarar que la idea del autoreconocimiento
gira sobre la posibilidad de conservar una autoimagen, propia, tanto positiva
como negativa, para esto es necesario que en relación a los otros me vea con un tipo de reconocimiento
positivo, el cual me permitirá confortar la imagen de mi mismo como una de tal
carácter. En caso contrario, claramente el efecto será negativo y la autoimagen
que genere de mi mismidad no favorecerá la construcción positiva de mi
identidad.
“La identidad no se construye en el vacío, sino en una situación relacional,
en una continua dialéctica de la alteridad. En esta relación de alteridad, todo
proceso de pertenencia construye otro de diferencia”. (Guerrero: 2002: P.102).
Ahora bien lo que pretendemos aquí es que se
suponga que la identidad evocativa presente en la nación, sea una que asuma el
carácter histórico y constantemente cambiante de la misma como una superación,
como una manera de entregarle mayores características positivas, deshaciéndose
de aquellas que no parezcan favorecer su existencia o su reconocimiento, ya que
para cualquier caso, aunque si dependiendo de la propensión de quien guste, las
características atribuidas a la identidad y de índole negativa son asociadas a
las individuales pertenecientes a esa nación.
Por otra parte desde la fuente constructivista
de la identidad, el agente como constructor de su mismidad, o identidad
individual, debe culturizar la posibilidad de la existencia de un remanente
esencialista que permite la agrupación nacional, una suerte de mezcla que
permitirá el avance hacia una construcción remodelada de la identidad en casos
de ausencia o determinación clara de la misma.
Así por ejemplo en el caso chileno hay un
dejo de que la parte de la identidad nacional tiene una marcada prevalecencia
desde la visión militarista y su participación en la construcción de la misma,
así “la versión militar de la identidad
chilena se ha ido construyendo sobre la base de diferentes fuentes, algunas de
las cuales conectan lo militar con la raza, otras con lo religioso y otras con
el Estado. Pero lo común a todas es la insistencia en el rol de los elementos
bélicos y militares en la identidad chilena”. (Larraín: 2001: P.145).
Es por lo tanto la idea de superación de la
identidad como una esencia de corte militar a la que se ha necesitado durante
bastante tiempo restituir dentro de la sociedad. La teletón por ejemplo le ha
conferido al chileno el carácter de solidario, pero aquellos solidarios han
cuestionado o revisado bajo qué contexto nace dicho organismo, sin embargo le
ha otorgado el reconocimiento por parte de los otros desde un punto de vista
positivo. Claramente desde una mirada materialista.
En consecuencia, ambas posturas acá deben
constar de la conciencia en sí y el reconocimiento y aceptación de cada una
como amalgama de sí misma; yo construyo mi identidad observando ciertos
patrones de comportamiento que me resultan favorables para sentirme seguro
psicológicamente y colectivamente, esos comportamientos están impregnados de
una esencia evocativa, de un pasado común de antepasados y victorias sociales
que conformaron el crecimiento y (sub) desarrollo de la nación, desde esta
configuración que se socializa, mi identidad corresponderá a la aceptación en conjunto de ambas posturas y
no, así, por separado.
Por ahora hacernos a esta idea debe incluir
la sistematización de los componentes constitutivos de los dos enfoques pasen a
formar parte constitutiva, a la vez, de la conciencia individual en el agente,
que no se pierda la noción de existencia de una parte en la conformación de la
identidad como una esencia predeterminada, preconstruida, pero que al mismo
tiempo a manera de paradigma, se conserven los aportes positivos para construir
la identidad nacional e individual como de manera contraria, comencemos a ser
capaces de deshacernos de aquellos sinsabores que mas bien no provocan un
orgullo para nosotros. La permanencia de este remanente cultural, junto al
cambio son componentes que deben incluirse en la complejización de una
dialéctica de la identidad para las nuevas generaciones y es acá donde la
ciencia social debe hacer un llamado a la toma de conciencia de dicho proceso.
Complejizar entonces el camino constitutivo
de nuestra identidad al menos debe comprender estos enfoques como lo relevante
así como “menos muestras d éxitos macroeconómicos
y jaguarismos tecnológicos y más hermandad mestiza y cooperación
latinoamericana”. (Valdivieso: 2010: P.67).
Tanto
al interior de la nación como al exterior, la predominancia de una lógica de
rentabilidad capital ha mermado ciertas ventajas cualitativas[4]
que no han sido llamadas a reconocimiento como parte de la identidad chilena,
más bien una fuerte europeización de los comportamientos, ya sea por el
carácter de territorio colonizado o por una suerte de apariencia arribista,
muchas de las costumbres internadas en el país son ajenas a sus habitantes. Hay
más bien una reticencia a aceptar las ventajas cualitativas e identitarias que
nos puede entregar nuestro origen mestizo y el aporte que pueden brindarnos las
distintas etnias que aún subsisten al interior del territorio chileno.
“Privilegiamos una economía de consumo, en lugar de una que dé mayor
seguridad y solidaridad a los ciudadanos. Nos enorgullecemos de un tratado de
libre comercio con Estados Unidos, parte del sistema de globalización impuestos
por el imperio, cuyas imprevistas fracturas y consecuencias globales las
estamos viendo en estos momentos”. (Valdivieso: 2010: P.70). No
llamamos a creer que el problema racial en América Latina posea una complejidad
mayor, y no solo atribuibles a Estados Unidos, pero aquí nos sirve de
referencia para entender nuestro planteamiento, sí las características de una
sociedad que privilegia culturizar durante al menos tres décadas, los elementos
que mencionamos, resultan en efectos más bien de crisis de identidad,
disgregación y los conocidos términos como el de individualización y
destradicionalización (Giddens: 1995).
Para el caso de la sociedad chilena que no
adquiere entendimiento sobre la nomenclatura de los dos enfoques que hemos
expuesto y a esto sumado la descripción expresa más arriba, claramente al
momento de querer observar una identidad marcada, concreta, se hace más bien
ambigua.
En consiguiente proponemos la necesidad de
establecer como parámetro básico para la conformación renovada de una identidad,
la posibilidad cierta de mezclar una postura constructivista, que tiene al
agente como constructor de su identidad sin llamar a desconocer que existe al
mismo tiempo un principio evocativo de la misma identidad. La cuestión está en
que ambos enfoques no deben obviar la característica constitutiva de ser un
proceso dialéctico cambiante de manera constante, entregándonos, a través de
este cambio, la posibilidad de mejorar y optimizar las ventajas cualitativas
del mismo proceso de la construcción de la identidad.
El objetivo entonces también está, como
segundo elemento, en lograr complejizar el proceso, tomar conciencia reflexiva
y práctica respecto del mismo para traspasar mediante la socialización, los
mensajes directos o indirectos que, efectivamente, indiquen la aceptación del
remanente de una esencia histórica y el papel del agente en la selección de los
recursos culturales que utilizará para obtener una identidad acorde al interés
que lo mueva.
“Las identidades son definidas por el yo, pero son producto de la
interacción entre el yo y los otros. La percepción que los otros tienen de un
individuo o de un grupo afecta la definición propia de ese mismo individuo o
grupo. Si una persona entra en una nueva situación social y es percibida como
alguien de fuera que no pertenece a aquel entorno, es probable que ella misma
acabe viéndose de ese modo. Si una gran mayoría de la población de un país cree
que los miembros de un grupo minoritario son inherentemente atrasados e
inferiores, es muy probable que los miembros de dicho grupo acaben
interiorizando esa concepción de sí mismos y que ésta pase a formar parte de su
identidad”. (Huntington: 2010: P.34).
De esta manera, la exigencia para la
reconstrucción de la identidad en el caso chileno y digamos también
antofagastino, es la aceptación de sí mismo como un grupo consolidado, con
intereses y tradiciones marcadamente diferenciadas de otro grupos en la misma
situación, no de manera excluyente, pero que sí les permita establecer la
configuración de la identidad por la cual están luchando, para esto es
necesario que sus elementos adquieran la relevancia necesaria según el
apropiamiento correcto que sea sustancial en su esencia y proyectado en su
construcción.
Lo que aquí se plantea es, por lo tanto, una
propuesta metodológica para confrontar estas dos vertientes apreciativas de la
identidad para su conformación. Esta formulación entonces contiene la idea de
la identidad de índole individual y otra de índole colectiva, la fusión de
ambas peosturas nos ayudará a la revisión de la situación de la identidad en la
comuna de Antofagasta.
En este proceso, la participación de los
otros cobra un papel fundamental, aunque no el único, pero que le facilitara en
cierta medida, conseguir su autodefinición y la construcción de la identidad.
“Mead sostenía que en relación con cada uno de estos otros se forma en
una persona una variedad de sí mismos elementales (somos una cosa para un
hombre y otra cosa para otro), pero que si se consideran los otros
significativos en conjunto se puede ver que se organizan en otro generalizado
en relación con el cual se forma un sí mismo completo. El otro generalizado,
por lo tanto, está compuesto por la integración de las evaluaciones y
expectativas de los otros significativos de una persona”. (Larraín: 2001: P.28).
En más, creemos que sin la nomenclatura de
ambos enfoques una relativización en la identidad de los agentes seguirán
estancados y estancando el desarrollo de la identidad en su amplitud
cualitativa. Seguir sosteniendo el consumo como la principal causa y fuente
para la conformación de identidades individuales y colectivas significará
mantener una disgregación hacia la individualización que por lo demás parte
desde la familia nuclear que es el fiel reflejo de sociedades industriales,
ahora que pasará con aquella en la era de la información, pareciera ser más
bien que se tiende aún más a la individualidad que a la generación de espacios
de reencuentros familiares y colectivos. Hay aquí una crisis postergada, dentro
de las instituciones como al familia, se ha producido un encuentro de
conflictos de expectativas, privilegiando las de carácter individual e
indiferenciadas, Olvidando: “que solo con
la transmisión del mundo social a una nueva generación (o sea, la
internalización según se efectúa en la socialización) aparece verdaderamente la
dialéctica social fundamental en su totalidad. Repetimos, solo al aparecer una
nueva generación puede hablarse con propiedad de un mundo social”. (Berger
y Luckman: 2008: P.82).
Finalmente la cuestión está en ser capaces de
revitalizar estos lazos que parecieran estar extintos, pero que sin embargo,
cada actividad por ejemplo comunal, parecieran mostrar que las disposiciones y
voluntades de las personas tienen un ánimo de sentirse integrados, desarrollar
el sentido de pertenencia antes que caer en la competitividad clásica del
chileno en donde para poder surgir debo primero “tender la cama de otro”.
En sí, lo siguiente es aprehender que la
realidad latinoamericana, chilena y antofagastina, no presenta las mismas
características que conformaron las identidades de la Europa continental,
asumir pues, que la realidad nuestra es una que corresponde a paisajes y
contextos distintos, influidos por ellos, pero no así dominados en su
constitución subjetiva, desde ahí entonces potenciar el sentido latente de la
agencia humana en desarrollar lo que resulte netamente chileno, netamente
antofagastino. Un rescate a la chilenidad nacional y comunal.
Capítulo
4; Una mirada a la realidad de la comuna de Antofagasta y su identidad.
Al igual que ningún ser
humano puede vivir sin saber quién es, ningún pueblo puede avanzar en la
historia sin tener presente la conciencia de su habitar y el sentido de su
andar en el espacio y las construcciones/señas establecidas a lo largo de su
devenir. Un pueblo sin identidad no posee memoria de sus realizaciones en pos
de su porvenir. (Corporación para el desarrollo productivo de
la II región: 2009: P.6).
Para lo siguiente, observaremos desde una visión crítica la situación actual
de la comuna de Antofagasta según las apreciaciones que en los capítulos
anteriores hemos mencionado.
Hay que consignar que el contexto actual de la capital regional no es
muy diferente al de las zonas mayormente urbanizadas de la nación, sin embargo
cabe cuestionarnos si es que existe efectivamente una identidad en relación al
territorio, en relación al grupo o colectividad de habitantes radicados en la
ciudad y cómo es que el fenómeno de la mano de obra antofagastina junto a la
flexibilización laboral y el concepto de turnos en faenas ha generado una disgregación en la familia,
figurando como principal dinámica la presencia de hijos (as) con padres
ausentes.
Ha debido quedar claro que la identidad tiene referencia al
entendimiento de la existencia de los otros, nuestro reconocimiento y el
reconocimiento por parte de ellos hacia nosotros, cómo es que desde aquí
conjugando lo evocativo de la identidad puedo yo construir mi mismidad,
entendiendo que la construcción de
identidad es por tanto una construcción dialógica que se edifica en una
continua dialéctica relacional entre la identificación y la diferenciación,
entre la pertenencia y la diferencia; esto implica en el encuentro dialogal la
comunicación simbólica con los otros. (Guerrero: 2002: 102). La realidad
identitaria de Antofagasta pareciera, por otro lado, ubicarse en la separación
dicotómica de los enfoques que presentamos. Así por una parte existe presencia
de aquellos que aún reviven, evocativamente, la identidad salitrera de la zona
y aquellos que hoy por hoy se introdujeron en el modelo de la flexibilización
laboral y sus componentes de una identidad de consumo.
De la siguiente manera y bajo el postulado recién expuesto es que para
el objetivo perseguido aquí que la lógica relacional entre el sujeto agente y
la alteridad no cobra una importancia imperiosa, o el orden coherente para la
consolidación de la identidad según los parámetros necesarios. Tomemos en
cuenta que al ingresar la flexibilidad laboral en la ciudad, las formas de
relación e interacción social al interior de la familia y la comunidad han
cambiado. Ahora existe, de manera más
escasa, una de tipo cara a cara, con interacciones más bien indiferenciadas
marcada entre los actores por grados de competencia y necesidad material, “de ese modo el organismo humano aún se sigue
desarrollando biológicamente cuando ya ha entablado relación con su ambiente.
En otras palabras, el proceso por el cual se llega a ser hombre se produce en
una interrelación con un ambiente. Este enunciado cobra significación si se
piensa que dicho ambiente es tanto natural como humano”. (Berger y Luckman:
2008: P.66). El cuestionamiento está en que cuál es el tipo de ambiente tanto
natural como humano que los habitantes de la ciudad, y sobre todo aquellos de
generaciones nuevas, deben experimentar, al interior de la familia al menos el
cansancio, el agotamiento laboral repercuten sobre las relaciones de
sobremanera, sumado a esto que padre y madre frecuenten mas el trabajo que a la
familia provocan relaciones que están acorde a conflictos y rencillas aún más
frecuentes. Si esto lo extendemos a la relaciones al exterior de la familia
podemos entrever que aquellos que se encuentren en la misma situación emularán
una mala interacción fuera de la familia.
Así solo hay naturaleza
humana en el sentido de ciertas constantes antropológicas (por ejemplo, la
apertura al mundo y la plasticidad de la estructura de los instintos) que
delimitan y permiten sus formaciones socio-culturales. Pero la forma específica
dentro de la cual se moldea esta humanidad está determinada por dichas
formaciones socio-culturales y tiene relación con sus numerosas variaciones. Si
bien es posible afirmar que el hombre posee una naturaleza, es más
significativo decir que el hombre construye su propia naturaleza o, más
sencillamente, que el hombre se produce a sí mismo. (Berger y Luckman: 2008: P.7).
Los turnos de trabajo maximizados expresan una distribución que fractura
este tipo de relaciones, el padre que realiza su mundo de vida fuera del hogar[5] provoca
ciertas desorientaciones en la conformación de la identidad como mismidad en la
ubicación espacial y temporal de los hijos e hijas.
Desde esta perspectiva es que nuestra oferta se inclina, como hemos
dicho, por revitalizar la idea de una identidad en la comuna a partir de la
mezcla de los dos enfoques que hemos descrito. Antofagasta después de la
identidad salitrera no ha mostrado la existencia de otra identidad observable y
definible, durante la época del salitre la identificación de los habitantes que
venían a radicarse en la ciudad era notoria, sea por las costumbres que
comenzaban a establecer como por los beneficios que el pertenecer a alguna de
al estaciones salitrera podía conllevar[6].
Entonces las comunidades salitreras contenían una sustancialidad definida de su
identidad, su mismidad confluía según el territorio salitrero que
representaban, lo que al mismo tiempo contribuía a que el comportamiento de los
agentes confluyera en la conformación de una identidad comunal específica y
reconocible.
Así luego del ocaso de la época salitrera, la introducción de la
modernidad tecnológica y la exageración del capitalismo, mostraron otro camino
para que esta identidad desapareciera o al menos menguara, provocando que
primero al interior de la familia apareciese una disgregación del núcleo, a
esto la flexibilización laboral engendró la posibilidad ya afiatada, de
modificar los turnos de trabajo desmembrando aún más a la familia, en donde los
primeros pasos para configurarnos como personas se dan, ahora se reemplaza por
una idea de identidades de consumo.
Al caso podemos argüir que no
sólo no hay dimensión ética alguna en el capitalismo financiero y especulativo,
sino que además están en peligro las promesas, de que, si nos portábamos bien,
viviríamos cada vez mejor, seríamos más educados y gozaríamos de buena salud.
La absoluta falta de control y de rendición de cuentas democrática de los
organismos multilaterales y de las agencias de calificación de riesgos, añadida
a las más que evidentes conexiones y complicidades entre quienes toman las
decisiones políticas y los grandes intereses han predeterminado la manera en
que se culturizó el cómo debíamos identificarnos, lo que hoy por hoy ha
desembocado en las actuales crisis y manifestaciones en el globo. Lo que
llevado a la realidad de la comuna significa la permanencia de una aceptación
inconsciente de los agentes por contener y representar el modelo económico como
sustento en la conformación de la identidad.
Siendo así es que creemos que al día de hoy hay una eclosión de una
nueva identidad, una que se está formando al alero de las manifestaciones
contraculturales que comienzan a entrever la situación actual a nivel país como
a nivel comunal. Por contracultura nos referimos a las agrupaciones jóvenes que
intentan hacer presente las falencias y deudas de la cultura dominante,
persisten en una vía contra-cultural según sea meritorio un cambio para lograr
una mejora sustancial en las condiciones sociales. Hay sí un conflicto
generacional[7], debido al tiraje permanente
que cierta parte de la población decimonónica no está dispuesta a tranzar
mientras que las generaciones nacientes o en desarrollo intencionan un cambio
de la índole a la que nos referimos.
Por lo tanto esta aparición de una identidad más acorde a tiempos
postmodernos, la observación del fenómeno en sí y su conformación, tratamos de
aventurarnos en la aproximación para agregar al proceso la consideración
estructurada de los planteamientos aquí versados. Esta articulación es
necesaria ya que sin aquellos componentes, la constitución de la identidad
comunal, partiendo de las individualidades será nuevamente una engorrosa, que
se hará depender del posible nuevo orden económico o político, pero en muy poca
medida cultural.
Chile desde el auge en la cimentación de la identidad, hablando en
tiempos coloniales post-conquista y la formación de un Estado libre,
independiente y soberano, conjuntamente
con la imagen de Chile como la copia feliz del Edén surgió una primera imagen
del chileno como un determinado tipo humano dotado de ciertos rasgos
específicos. (Krebs: 2008: P.19),
pero actualmente esos rasgos específicos, según nuestra visión, han mutado, al
igual que el gran cambio que citamos ocurrió durante el siglo XIX, este siglo
junto a la Era de la información en el hombre trae consigo los elementos
compositores de una nueva identidad.
Reenfoquemos entonces, un contexto en donde predomina la creciente
flexibilidad laboral ha desintegrado las relaciones familiares, siendo
mayormente el padre quien debe abandonar el núcleo del hogar para cumplir con
la producción remunerada, esto ha conformado una incipiente manifestación de la
identidad mas individualizada por parte de los hijos con ausencia de la
imagen-padre sobre sus comportamientos relevantes. Las enseñanzas
socializadoras se han distorsionado frente a circunstancias de complejización
cultural de carácter económico.
La comuna de Antofagasta absorbe estos cambios de manera notoria, la
afluencia de mano de obra no radicada en la ciudad también genera los mismos
efectos en otras comunas del país, para nosotros la absorción al interior de
nuestra comuna se hace manifiesto a través de conductas observables en los
niños que se identifican con el consumo impuesto por un modelo de sociedad
económica capitalista, privilegiando el bien material antes que el bien
espiritual, muchas veces desconociendo este y debiendo ser replanteado tarde en
otros procesos de vida. Este tipo de sociedades vienen instaurándose en la
Europa continental desde el SXVI, debemos dejar en claro por supuesto, que en
tiempos actuales este tipo de sociedades se ha maximizado y exagerado dentro de
la vertiente capitalista.
La migración,
que antes suponía el instalarse definitivamente en la región de trabajo, ahora
también comprende el trasladarse sólo para laborar. Este fenómeno es conocido como “conmutación interregional” ha contribuido al empobrecimiento
progresivo que ha tenido la Región de Antofagasta, lo cual denota la necesidad
de políticas que ayuden a contrarrestar y compensar los efectos de la fuga
constante de ingresos hacia otras regiones y que además promuevan la migración
hacia la región al facilitar recursos y proyectos con el fin de hacerla más
atractiva para vivir.
Si consideramos que el trabajo como fuerte componente en la formación de
la identidad, es necesario establecer cierta lógica en los nuevos
comportamientos que se generan según la migración dentro de la comuna, como del
país. Así el nortino tiende a diferenciarse según una identidad conformado en
el pasado y que utiliza como proyecto para el futuro, sin embargo la nueva
forma de actuar e intercambiar cultura y/o aculturación a producido en los tipos de relaciones
laborales una fuerte tendencia a romper con la identidad en las personas.
Siguiendo la línea de Honneth y para darle otra interpretación, la lucha
por el reconocimiento y legitimidad objetiva del agente en la sociedad, según
la versión que aquí queremos dar a conocer, se realiza por medio de la
competitividad que no muchas veces es sana e igual, sino todo lo contrario. Una
competencia que no es reflexiva en su esencia, sino material. Para Honneth un
déficit en la racionalidad que orienta a la sociedad contemporánea, un carácter
patológico, caracterizada por el capitalismo, asumiendo que la solución a este
problema se encuentra en la misma racionalidad. (Honneth: 2009: P.11).
Por el contrario en nuestro caso cuestionamos la existencia de esa
racionalidad a la que apela el autor y de llegar a existir si es que es esta
compartida por todos los grupos sociales que componen la nación y los que se
encuentran en la comuna, para creer en la posibilidad de que la solución está
en manos de la comprensión de todos los actores que se ven inmiscuidos en el
proceso.
Es precisamente desde este planteamiento que el enfoque evocativo y el
constructivista nos ayudarán a facilitar la configuración de la nueva identidad
en la ciudad, en términos especulativos nuestra sociedad comunal ha forjado una
identidad patrimonial que según el ingreso del Desarrollo y la modernidad, han
provocado la desaparición de ella, el cuestionamiento no está en desconocer o
criticar el ingreso de la modernidad y su alero tecnológico, sino en la manera
en cómo lo ha hecho, abrupta y violentamente. Lo que se pudo haber conservado
como barrios patrimoniales o sectores con la misma característica han
desaparecido bajo la irrupción de este Desarrollo, entonces y al mismo tiempo los
habitantes como constructores de su identidad, han debido adaptarse a este
ingreso variando en adopciones de recursos culturales que no necesariamente
pertenecieron a la comuna, sin embargo no es claro ni explícito que este cambio
en la conformación de la identidad comprometa la superación de la misma
abandonando lo que parecieran ser los componentes negativos de la misma. en
consiguiente es imperativo, a nuestro juicio modificar la manera en que se está
gestando esta nueva identidad.
Existe una responsabilidad desde el actor en sí para exigir ciertas
condiciones que permitan este surgimiento, debemos tener la capacidad de comprender
la identidad no como una diferencia entre individuo y sociedad, la sociedad no
es ajena a mis actos ni mis actos ajenos a la sociedad en su conformación, hay
una conectividad necesaria entre los distintos elementos estructurales o
subsistemas si se prefiere, que permitirán entregar a la comunidad ciertos
patrones para el comportamiento y que equivaldrán a poder observarnos con
ciertos rasgos y características renovadas, sintiéndonos más identificados y
con una identidad individual aún más floreciente.
Así, por ejemplo, elementos estructurales como la política y la economía
resultan más bien homogéneos en su desarrollo y eso queda manifiesto en lo que
podemos observar según los acontecimientos al interior de los mismos y entre sí,
por otra parte el elemento cultural resulta más bien uno heterogéneo y diverso,
que no tiene el calibre que debiese tener en las conciencias políticas y
económicas quizás de los grupos dominantes en la toma de decisiones. Para
lograr un concepto pleno y aplicable como lo es el de Desarrollo estos
elementos estructurales debiesen interactuar entre sí de manera compleja pero
dejando a la vista que se propende al equilibrio entre ellos, a bien de esto si
nosotros[8]
aplicásemos una concientización adecuada en relación a los enfoques planteados,
el resultado sería que desde las nuevas generaciones se restablecería un orden
nuevo en la creación de una identidad compuesta, relacionalmente bajo una
composición ideal en el sustrato mental del accionar en las personas.
El caso chileno como el latinoamericano
está marcado por una historia violenta, la conquista como proceso histórico ha
dejado su huella en una diversidad mestiza. Ahora, junto al fenómeno migratorio la diversidad se
acrecienta, sin embargo se producen rivalidades al interior de la comuna, estos
nuevos agentes, al chileno común le da la impresión y sensación de que se están
apoderando de lo que le pertenece al chileno.
Más aún cada vez resulta más difícil identificar la chilenidad. Más allá de que
somos hijos de un mismo territorio, hasta nuestra geografía conspira contra la
posibilidad de que los 16 millones de habitantes de este país encontremos un
común denominador en nuestros valores, costumbres y aspiraciones. (Cárdenas:
2006: P.37).
Antofagasta presenta entonces las características de una sociedad
irrumpida por una modernidad creciente de manera abrupta y para muchos
incomprensible, muestra una constitución de patrones en las conductas de los
habitantes que dan señal de una identidad engorrosa. El ingreso de nuevas tecnologías,
mediante la globalización de los mercados, al mismo tiempo, ha permitido que,
al menos durante las tres décadas pasadas, la flexibilización del trabajo
tomara parte activa en la composición de una nueva forma de interacción al
interior de las familias antofagastinas.
Consideramos sí que la ciudad en el caso de la modernidad desde 1872,
con los inicios de la construcción del
muelle salitrero de la compañía Melbourne Clark se vincula a la minería con el
comercio internacional. Para nosotros la diferencia está en que esta modernidad
comercial, en tiempos actuales ha hecho eco en las mentes y entendimiento de la
agencia humana, provocando, en términos reactivos, una respuesta negativa y de
rechazo que se contagia, sobre todo, en las capas más populares de la ciudad.
Las conductas modificadas en el núcleo familiar repercuten, por ende, en
las nuevas generaciones de hijos que se ven enfrentados a una realidad en
ausencia de padres que asisten a turnos en faenas de trabajo, dislocando la
relación que debiera favorecer el proceso de socialización primaria según el
cual éstos aprenden a ubicarse en el universo personal y colectivo. Desde aquí,
la carencia de esta presencia, que muchas veces también involucra a la madre,
percutan en el carácter y personalidad de los niños un constructo diferente al
conocido, debiendo acomodar el proceso de construcción de la identidad
individual y colectiva (comunal) de manera que se genere una creciente
individualización de los integrantes de esta comunidad renovada.
La conjetura está relacionada con la idea de que los padres mineros, al
volver de faena, dictada por turnos, en su ausencia cambian la cultura e identidad por el consumo
de entretenimiento frívolo, mediante el cual se estima una suerte de
justificación de culpabilidad que ha provocado la ausencia física frente a
hijos y familia.
La idea está entonces en promover la internación de primero comprender
que la conformación de la identidad corresponde a que el componente evocativo
debe funcionar en conjunto con la posibilidad de mi agencia como sujeto activo
y participante en la construcción de la misma. El remanente tradicional no
puede ser excluyente de la posibilidad de cambio y este cambio, manifestado a
través de de las oscilaciones socio-históricas, mostrar la capacidad de
fusionarse, mezclarse o conjugarse con la vertiente esencial de la identidad.
La capital regional, en este caso, debe encaminarse, entonces, en
generar las posibilidades ciertas de promover esta toma de conciencia. No es un
camino fácil, sin embargo incumbe revelar algunos elementos basados en, por
ejemplo, la voluntad política de aquellas autoridades que puedan gestar esta
toma de conciencia, por medio de reformas educacionales[9]
que les permita intervenir a las generaciones nuevas en torno al conflicto con
la definición de la identidad dentro de
su ciudad. El concepto histórico y la relevancia del mismo en la conformación
de lo que alguna vez fue la identidad salitrera dentro de la misma y su
relevancia para entender que se puede conformar un identidad que quizás desde
allí se supere para obtener una de mayor sustancia.
Por otro lado dentro del concepto de trabajo debe haber una relectura
del mismo en consideración de aquel como una variable que, desde Marx hasta
nuestros tiempos, ha condicionado el actuar de las personas para conseguir una
objetivación dentro de la sociedad, con efectos, como hemos revisado, dentro de
la familia. Necesario es para que existan pequeñas modificaciones que permitan
cambios horarios en beneficio de las relaciones familiares y en cualquier otro
ámbito de las relaciones sociales.
El sentido de sujeto colectivo, en la forma de la sociedad actual ha mas
bien desaparecido. En estas sociedades altamente consumistas el hincapié se
pone en la acumulación de bienes materiales y no en las relaciones y
entendimiento colectivo, se tiende a diferenciar de manera conflictiva la
abundancia antes que la cooperación, la competencia antes que la igualdad.
Pareciera ser que en este tipo de sociedades predomina la idea de ser lo que se
tiene.
En consiguiente, el trabajo convierte al individuo en una forma de
producción y, si no existe el reconocimiento necesario, también promulga crisis, fracturando las relaciones e
interacciones al interior del hogar como fuera de este. Imaginemos un padre de
familia que considera no ser remunerado como corresponde según desempeño, debe
este entregar una calidad de vida a su familia que no se condice con el
desempeño en su trabajo, agregado a esto, el hecho constante de que deba
abandonar la casa para cumplir con turnos que lo alejan del nicho del hogar,
repercute directamente en la construcción de la identidad de la nueva
generación; una nueva identidad.
La condición de índole económica entonces también viene a jugar un rol
en nuestra sociedad comunal. La nuestra es una cultura netamente económica, las
relaciones que se establecen son, por lo general, de carácter económico, lo que
ha conllevado que en el devenir histórico de la sociedad se culturizara en el
comportamiento de las personas, lo que hoy se manifiesta en el excesivo consumo
que los individuos al interior de la comuna realizan, extendido esto a nivel
nacional y mundial.
Podemos agregar en esta sección la idea de movilidad social, estatus y
la ansiedad en las personas de un excesivo arribismo en la sociedad local. La
movilidad social como el campo de posibilidades que tiene un grupo de personas
de moverse de una lugar a otro dentro de la estructura social, con la
particularidad de que al interior de la comuna, este tipo de movilidad responde
no ciertamente a los atributos laborales de personas en las capas inferiores,
sino más bien lo contrario, de ahí se deriva en que las personas no acomodadas
adhieran a un tipo de arribismo en relación al consumo y construyan su
identidad desde este enfoque, creyendo muchas veces que mientras más consumen
aún más se asemejan a las capas más altas dentro de la sociedad, provocando un
nivel de ansiedad en ampliar sus posibilidades de consumo.
Por lo tanto una variación en la idea que se estableció y que se establece
en las personas, desde la cultura económica, también favorecerá un nuevo
entendimiento en la eclosión de una nueva identidad. Cuando nos referimos a una
variación va tanto en relación a una de carácter estructural con proyección
hacia el comportamiento y conformación cultural de ciertos valores que puedan
ser sostenidos en el tiempo y así hacerlos prevalecientes en las personas que
generacionalmente podrán constituir un cambio en la identidad personal y
colectiva que nos permitan en un futuro no muy lejano ser capaces como
observadores sociales identificar esta nueva identidad ya conformada y
expresada por medio de patrones comportacionales que no excluyan el patrimonio
existente desde el la mirada evocativa y al mismo tiempo desde la opción constructivista
de la identidad, sino que integre ambas
posturas y pueda ser observable en las conductas de las personas a manera de
superación.
En definitiva, se hace necesario introducir la variante heterogénea del
conflicto, y es no menos relevante el papel que este debe cumplir. En este
sentido la amplia diversidad cultural que se intercambia en el país y la comuna
indican que para formar la toma de conciencia a la que apelamos, es vital enseñar
que hoy por hoy deben existir niveles crecientes de receptividad por parte del agente oriundo de
la ciudad para con aquellos nuevos agentes que más bien resultan en
separaciones dicotómicas y de rechazo, antes que la posibilidad de integrarlos
como parte activa en la conformación de esta identidad renovada. Aquellos que
identificamos como los otros o extranjeros que no pertenecen a mi grupo comunal
de referencia, desde la posibilidad de su llegada vienen, queramos o no, a
formar parte de esta nueva identidad y su eclosión, por lo tanto hay ahí un
elemento que también resulta en una parte relevante para acercarnos, conocernos
y sabernos como agentes portadores de una identidad personal y comunal definida
o por definir.
Es de nuestra consideración aseverar que debe coexistir, en su medida,
una interacción, también nueva, en el plano reconocible de los otros que aunque
no pertenezcan a mi grupo de referencia inmediato, aportan con una parte de lo
que llamamos identidad en la comuna de Antofagasta, y es que al interior de la
mayor diversidad que presentamos en tiempos actuales, debemos ser capaces de
encontrar las característica constitutivas que nos indican lo que es ser
antofagastino.
Entre otras
condiciones que deben, a nuestro juicio, darse, el transcurso del tiempo solo vuelve
aún más conflictivo y peligroso el desarrollo de este proceso para poder
obtener y definir una identidad lata dentro del país como la comuna. Las
características constitutivas de este proceso fecundan esta eclosión de una
identidad renovada, reificada de una manera adecuada para afrontar esta modernidad
que sin la concientización necesaria crea los peligros a los cuales suponemos
debemos enfrentarnos. Bajo la idea de riesgo, si un proceso, que viene sucediendo
hace décadas, como este de la globalización de los mercados, por ejemplo, no
procura interés en incrementar el desarrollo cultural o la potenciación de la
misma como valor heterogéneo y/o de diversidad, y sí como efecto contrario
genera que la idea de acumulación y riqueza se socialice, para posteriormente y
como, según mi modesta opinión, sucede en los tiempos actuales, se culturice.
En este sentido,
el traspaso generacional de la idea del dinero como fuente creadora de
identidad a través del consumo, reflejo que experimentamos en la sensación de
que se es lo que se tiene, claramente
nos lleva a mencionar la idea de que el trabajo ya no es la principal fuente
creadora de identidad, sino condicionante de la misma en términos de
limitantes, sin embargo se da por cierto que la necesidad de consumo se
introduce en la cultura de las sociedades occidentales como el principal
garante de una calidad de vida óptima.
Entonces, si
miramos en sentido estricto podremos darnos cuenta que la culturización de las
nuevas generaciones, en base a la lógica económica ha superpuesto la dominación
de la misma sobre los elementos
estructurales que hemos mencionado, al interior de la sociedad y que debieran
indicar el camino para la superación en nuestro caso de una identidad ambigua y
poco definible.
Así, la
problemática de la identidad, esta vez, la plantearemos desde la siguiente
mirada: el proceso del devenir histórico, ha despertado en las sociedades
actuales, al menos en la sociedad del Chile actual, como una subdesarrollada,
la eclosión de una nueva identidad en una modernidad tardía, esta vez de
carácter económico, a efectos de una desigualdad creciente entre las personas,
una mayor predominancia del individualismo, el riesgo lo encontramos en la
posibilidad creciente de una sociedad desintegrada y competitiva. Bajo esta
primicia, esta sociedad del riesgo (Beck:
1998) se construye sobre repercusiones sobre el individuo y el sujeto
colectivo, no llamo a desconocer que hay cauces por medio de los cuales existen
manifestaciones de identidades aún más marcadas, pero estas por diferencias
tanto raciales como nacionalistas, el fenómeno de la inmigración aquí cobra
relevancia para entender la referencia. Sin embargo, la mayor parte de la
dinámica social, esta vez la sostenemos sobre este riesgo cultural identitario;
la subordinación tanto de los Estados nacionales y/o Estados de bienestar hoy
desaparecen en la sociedades desarrolladas y los Estados planificadores y/o
interventores en las subdesarrolladas permanecen sometidas a las leyes del
mercado.
De esta manera, la
fragmentación del individuo colectivo por uno individual y de mercado ha
introducido la aparición de una parcelación del mismo, una de carácter personal
y es en este sentido que cuando Beck nos habla de los riesgos como cada vez mas
igualitarios, es que la conformación de esta identidad fracturada colectivamente,
al mismo tiempo fracciona lo que en el plano social, el Desarrollo industrial
ha generado; la convivencia al interior de un riesgo medioambiental y para
nuestras intenciones el riesgo por igual de la desaparición de la identidad
cultural como cohesionadora de la sociedad.
Vivir en el riesgo
y vivir con el riesgo es una referencia de la cercanía a la que las personas se
encuentran al estar expuestas directa o indirectamente a las posibilidades de
enfrentar algún tipo de peligro.
El tipo de riesgo
del que tratamos de hablar, consta de uno de carácter cultural, la gestación
del mismo al interior de las sociedades, nos indica el ingreso hacia un campo
en el proceso de la socialización que no inquiere sobre el robustecimiento de
las fuentes culturales, como repercusión obtenemos efectos en la familia, su
composición y manera esta vez de transmitir el mensaje socializador, se formula
sobre esta nueva lógica, gestada hace décadas, sobre un dominio de la economía
y el materialismo, como propulsor, esta vez arraigado en la cultura, que
mientras transcurre el tiempo pareciera no querer aflojar sino mas bien cada
vez más se complejiza.
De todas maneras, de todo esto
podemos concluir que la pregunta por la identidad tiene más importancia hoy por
su proyección al futuro que por una supuesta pérdida progresiva de lo propio en
un mundo globalizado. Al concebir la identidad no como un Ethos inmutable
formado en un pasado remoto, sino como un proyecto abierto al futuro, se puede
entender que el desafío presente de los miembros de cualquier nación es definir
qué es lo que quieren ser. (Larraín: 2001: P.47). Aunque al este respecto
debemos señalar que no necesariamente pueda existir una pérdida progresiva de
lo propio por la presencia de las fronteras de alteridad, cuales nos muestran
que si hablamos de territorios fronterizos, la idea de nación y nacionalismo
está más presente que siempre, este puede ser un caso específico en la región
debido al carácter tricontinental del país.
Este proyecto futuro debe ser inculcado desde la base respondiendo a las
modificaciones que hemos mencionado y generando las disposiciones y voluntades
implícitas para que se cree el efecto en pos de una identidad sana y
reconocible por los otros.
Antofagasta tiene la posibilidad, como describimos, de lograr esta
constitución de una nueva identidad, sin embargo somos también conscientes de
que se deben conjugar una serie de factores para que esto se consiga y
sostenga. La conformación de tal identidad debe primer internarse en la
estructura social, ya que bajo nuestra consideración, es desde ahí donde
primero la agencia humana fija su mirada para construir una identidad según lo
predetermine dicha estructura, no podemos creer que aquel que esté en
desacuerdo con el contenido del sistema social pretenda una suerte de
antigregarismo y se convierta en ermitaño para construir su identidad. Aún más
se derribaría la idea de identidad colectiva y comunal como exponemos para el
caso de Antofagasta. Entre tanto, nuestro objetivo siempre fue sacar a la luz la
contingencia indiscutible que al interior de la ciudad de Antofagasta se
produce un fenómeno tal que siendo intervenido de manera compleja se puede
llegar a buen puerto, entregando la materia prima para reformular la identidad
que pareciera estar perdida en nuestra comuna.
Se sostiene que La modernización,
el desarrollo económico, la urbanización y la globalización han llevado a las
personas a replantearse sus identidades y a re-definirlas en términos más
limitados, más íntimos, más comunales. Se da preferencia a las identidades
subnacionales de carácter cultural y regional por encima de identidades
nacionales más amplias. Las personas se identifican con quienes se parecen más
a ellas y con aquellos con quienes comparten una etnia que perciben como común,
o una religión, unas tradiciones y un mito de una ascendencia y una historia
también comunes. (Huntington: 2010: 26).
Sin embargo, desde esta apreciación que realiza Huntington, es en
realidad aplicable para la comuna de Antofagasta, existe una asociación más
frecuente, definible o identificable entre los antofagastinos, como agentes con
propiedad de sentirse habitantes conscientes de una ciudad con valores
características constitutivas que ellos mismos le otorgan. A nuestro entender
es esta capacidad del agente es la que ha desaparecido, no estamos en presencia
de sujetos – actores conscientes de su función específica en la construcción
social de la identidad y probablemente tampoco tengan conciencia clara del cómo
pueden facilitar la construcción de su identidad.
Es por tal motivo y causa fundamental que la propuesta aquí presente
pretende revisar conceptualmente la situación de la identidad en la comuna
proponiendo la nomenclatura del enfoque evocativo y el enfoque constructivista
como opción para crear y concientizar la eclosión de una nueva identidad,
integrada y superada.
Referencias:
Beck, Ulrich: “La sociedad del riesgo”, Editorial Paidós, Ibérica, Barcelona,
España, 1998.
Berger y Luckman: “La construcción social de la realidad” Buenos aires, Argentina,
editorial Amorrortu, 2008.
Cárdenas, Juan: “Identidad y desigualdad”. En Identidad comunidad y Desarrollo,
Gobierno de Chile, MIDEPLAN, división de planificación regional, Santiago, Chile, 2006.
Fundación Chile unido: “La necesidad de la Identidad”, Corriente de opinión N° 89, Santiago Chile, 2003.
Giddens, Anthony: “La constitución de la sociedad”, Buenos aires, Argentina, editorial
Amorrortu, 1995.
Guerrero, Patricio: “La cultura, estrategias conceptuales para entender la identidad, la
diversidad, la alteridad y la diferencia”, Quito, Ecuador. Editorial Abya
Yala, 2002.
Honneth, Axel: “Crítica del agravio moral: Patologías de la sociedad contemporánea”, Fondo
de cultura económico, 2010.
http://www.fme.cl/esquema-benefactores/minera-escondida.html
Huntington, Samuel: “¿Quiénes somos? los desafíos de la sociedad nacional estadounidense”. Ediciones
Paidós Ibérica, Barcelona, España, 2010.
Krebs, Ricardo: “Identidad chilena”. Centro de estudios bicentenario, Santiago
Chile, 2008.
Larraín, Jorge: “Identidad chilena”, ediciones LOM, Santiago, Chile, 2001.
Subercaseaux, Bernardo: “Identidad y destino: el caso de Chile”. En Identidad comunidad y
desarrollo, Gobierno de Chile, MIDEPLAN, división de planificación regional, Santiago, Chile, 2006.
Valdivieso, Jaime: “Identidad, Latinoamericanismo y Bicentenario”, editorial
Universitaria, Santiago, Chile, 2010.
Weber, Max: Ética protestante, editorial
Mestas, Madrid, España, 2001.
[1] Externalidades tales como la
mayor presencia de diversidad cultural y el carácter reacio de las personas que
viven en la comuna para la aceptación y receptividad, ejemplificado en el
fenómeno migratorio. La fuerte externalización de la economía privilegiando los
intereses materiales y personales a efectos de mayor competitividad y menor
cooperación. La ausencia de voluntad política y que esta esté en dependencia de
los efectos de la economía y el crecimiento hacia afuera.
[2] Un hito
histórico que nos permita entender esta relación es por ejemplo la llegada de minera
Escondida, la cual se hace pública el año 1985 y opera únicamente en Chile con
ubicación en la ciudad de Antofagasta.
[3] Hay que aclarar en este punto que la existencia de antepasados y
costumbres creadas por estos, puede al mismo tiempo, generar una proyección
hacia el futuro del tipo destino o misión colectiva, resultando en un motor,
catalizador de la motivación subjetiva necesaria para la consecución de metas
y/u objetivos que involucren a la
colectividad.
[4] ventajas cualitativas como el reconocimiento de ser un país fuertemente
marcado por el mestizaje, probablemente nos permita conjugar ciertas
características constitutivas de la identidad individual como nacional, para
observar y posiblemente definir una identidad chilena nacional y regional. En
este sentido la lógica económica y la mundialización han introducido otro tipo
de identidad que no se corresponde con la chilenidad tradicional del país.
[5] Aclaramos que la
realización de la vida fuera del hogar por parte de los padres, es un fenómeno
que ha tendido a darse desde antes a tiempos actuales, sin embargo hoy por hoy
se ve mayormente exagerada.
[7] Nos referimos a las
permutas en el cambio de las costumbres que las generaciones nuevas intentan
introducir y la reticencia que las generaciones de más larga data no están
dispuestos a tranzar.
[8] Se hace
referencia a una comunidad científica que esté a la altura para definir los
patrones comunes de comportamientos en la comunidad antofagastina y que
permitiera vislumbrar por dónde y hacia dónde se encamina la identidad comunal
de la capital regional.
[9] Reformas
educacionales de tipo estructural que introduzca en los registros curriculares
y de contenido impartir el conocimiento cívico necesario en torno a la
formación histórica de la comuna de Antofagasta y la región. En conjunto la
comunidad científica y las autoridades políticas deben encaminar el
entendimiento de las nuevas generaciones en torno a la identidad histórica y
cómo la construcción de las identidades personales puede favorecer a la
conservación y superación de la misma.
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